Una vez superada la Degollada de Guajara, un técnico sendero, concretamente el nº 5, me llevaría hasta enlazar con el nº 4, (lógicamente en carrera no tenía ni pajolera idea de que los senderos tuvieran nombres de números. Esta información esta sacada a posteriori del roadbook) y más tarde a una pista que, primero, en falso llano, y luego en ligero descenso me conduciría a las proximidades del Parador Nacional, para acceder al cual tocaba remontar un sendero corto y pedregoso.
Ya en el parador, Km 48 de carrera, una simpática soldado me indicaba el camino a la carpa del avituallamiento, después de regatear un imponente camión militar, a la vez que me preguntaba si tenía bolsa, y después de mi afirmativa respuesta, ordenó que la buscaran y me la trajeran.
Entré en una tienda de campaña gigante donde al momento apareció otro soldado, esta vez del genero masculino, con mi bolsa con el nº 13, como mi dorsal.
Después de agradecer tanta rapidez y eficacia, abrí la bolsa, cogí las zapatillas Salomón Slab-3 e hice el cambio por las Brooks Cascadia 6 que tan cómodamente me habían transportado hasta allí. Nunca lo había hecho. Lo de cambiar el calzado, pero alguna vez tenía que ser la primera. Además resultó ser una decisión acertada, ya que las Cascadía me resultaron comodísimas y lo que quedaba de carrera lo haría con las SLab-3, que estaban requeteprobadas, no en vano son las únicas zapatillas con las que llevo compitiendo estos últimos 2 años. Una vez cambiadas las gomas (haciendo un símil con la F1) cargué un bidón de agua y le añadí isotónico propio. Me comí un plátano y de dos lingotazos me tragué un mini-redbull y el magnesio líquido. Siguiendo con las referencias al mundo de los monoplazas, firmé una parada que ni el Minardi de Pérez Sala, en sus tiempos. Pero, emulando a Fernando Alonso, salí quemando rueda, ya que antes de abandonar el avituallamiento había entrado otro corredor.
Estaba clareando el día, y menos mal, pues el sendero por el que transcurría la carrera en suave ascenso en búsqueda de la Montaña blanca, era un pelín laberíntico y de no ser por las primeras luces del día hubiera costado un poco seguirlo. Afortunadamente la estación del teleférico me servía de guía y después de finalizado el sendero Majua, la bluetrail seguía por carretera durante algo más de 2 kms, esta vez con un pelín más de desnivel, pero perfectamente corrible. Me sorprendió el tráfico a esa hora tan temprana y un coche de la guardia civil iba unos metros por delante de mí, para servirme de protección ante el aluvión de coches que bajaban.
Justo en el momento en que se acababa la subida y comenzaba una ligera bajada, no pude evitar echar una miradita hacia atrás para ver si venía alguien cerca. Me tranquilizó no ver a nadie, pero no por eso dejé de seguir apretando la marcha.
Rápidamente, porque había poca distancia y el terreno era favorable llegué al avituallamiento líquido de la entrada a la pista de acceso a la Montaña Blanca. No paré y pregunté cuanto había de subida. Me dijeron que unos 4 Kms. Al final no fueron tantos y tampoco el desnivel era para sufrir mucho. Al contrario, era todo un disfrute para los sentidos. Sobre todo para la vista. Posiblemente una de las zonas más bonitas que he visto nunca. Impresionante el color de las piedras y de la tierra, blancas como el nombre de la montaña. Todo un mundo de contrastes, con el rojo de los alrededores. Daban ganas de sentarse y disfrutar de un paisaje espectacular. Pero no era eso lo que habíamos ido a hacer allí, sino alcanzar el valle de la Orotava lo antes posible. En medio de un trance visual, alcancé sin mucha dificultad el desvío donde girábamos a la derecha y comenzaba el descenso por un sendero precioso donde uno pudo soltar gemelos e isquios y hacer trabajar un poco a los cuadriceps.
Sendero nº 22 Lomo Hurtado, sendero nº 1 La Fortaleza, cañada de Los Guancheros y por fin el Centro de visitantes El Portillo. Nuevo avituallamiento sólido. Iba tan ensimismado con el espectáculo de la Montaña Blanca, que no recuerdo si llegué a parar. Pero bueno, hubiera parado o no, el tramo de carrera desde ahí hasta la Cruz del Dornajito era todo de bajada y había que lanzarse a tumba abierta en previsión de las sorpresas que nos pudiéramos encontrar por el camino. Bajé durante un buen rato (aprox. 9Kms) y me sorprendió ver lo cerca que estábamos del mar. Por un momento mire el Garmin 401 y no me cuadraban los metros de desnivel positivo que marcaba. En ese punto llevaba 2.500m. Me preguntaba donde estarían los 2. 600 restantes. Desgraciadamente para mí iba a tener mucho tiempo de comprobar donde estaban esos metros.
En el avituallamiento líquido de la Cruz de Dornajito (km 65 de carrera) me dijeron que el anterior corredor que había pasado por ese punto lo hizo 23’ antes que yo. Bueno, pensé que ni era mucho ni poco. Eso iba a depender de cómo me desenvolviera en el duro terreno rompe piernas que nos quedaba hasta el área recreativa de La Caldera. Pero eso iba a ser jauja comparado con la subida a Chimoche, y esta a su vez iba a ser de verano azul en comparación con el sendero de los Órganos y el Portillo del Topo. Pocas veces he pasado por un sendero tan bonito, tan espectacular y tan, tan, tan largo y rompe piernas. Yo miraba y miraba y sólo veía afilados y altos riscos, y no veía posibilidad de salir de allí.
Para más INRI, en lo que suponía ya la parte final del sendero me crucé con un chico de Tenerife Trail, con el brazo escayolado (lo siento, no recuerdo tu nombre amigo. ¿O debiera decir enemigo?) que me saludó por mi nombre ya que me conocía del blog y me dijo que lo tenía chupado. “Una subidita como esta en la que estamos. Llegarás a donde está la guardia civil y de allí te plantas en meta en menos de una hora” fueron sus palabras de ánimo.
La madre que parió a la subidita. No fue una. Fueron todo un rosario de subiditas y bajaditas. Incluso algun que otro llanito. Cuando ya parecía que podría salir de allí, hala otra subidita, y otra, y otra más……….Por un momento estuve a punto de sentarme y mandarlo todo al carajo. Estaba harto de subir y no acabar de bajar. En ese momento ya me cuadraba el desnivel positivo de la carrera. Y la madre que parió a la hora que me quedaba a meta. Al final creo que me fui por encima de las 2 horas desde ese punto a meta.
Y la madre que parió al Portillo del Topo! Más que Portillo, debieran de haberlo llamado Cabroncillo.
Sin ninguna duda fueron los kilómetros finales más duros que hice nunca en ninguna carrera. Que sufrimiento! Lo bueno era que no debía ir muy mal de ritmo, porque no me alcanzaba nadie por detrás. Ni siquiera los de la carrera de 52 que debieran ir como motos. Claro que ellos salián a las 08:00h y yo había transitado por el parador justo antes de que amaneciera.
Volviendo al punto de la prueba donde nos habíamos quedado, por fin llegué donde estaba la guardia civil y ahora sí que había bajada. ¿La bajada final? Ja! Y un cuerno!
Aquello bajaba que se las pelaba, pero en un punto la carrera se desviaba a la izquierda por pista en falso llano (buff! Menos mal) hasta el cauce de un arroyo, donde ¡Oh Dios! Tocaba volver a subir. Afortunadamente sólo fueron un par de zetas de sendero para coger a la derecha un PR con una bajada repleta de escalones de madera. No acabaron ahí las subidas y aun tocaba remontar algún que otro resalte, que a esas alturas de la carrera ya todo sobraba.
La bajada final de la prueba en busca de La Orotava tendría que estar cerca, pensé. Pero iba a ser que no. Desembocamos en una pista con un cartelito que ponía Pinolere 3,6Kms. Vaya hombre! Solo nos faltaba llanear, después de tanta subidita, y en ese momento lo íbamos a hacer. Al principio me resistí a correr, pero viendo lo que quedaba a meta no iba a desperdiciar todo el trabajo realizado hasta ahí por unos Kms de llano. En aquel momento pasaron unos chicos en mountain bike, y aparte de animarme, me dijeron que tenía a un corredor a menos de un minuto. Si me faltaba motivación para correr ese tramo, ahí me acababan de dar un chute.
Alargué un poco la zancada, sacando fuerzas de flaqueza, y dos curvas más adelante distinguí una camiseta blanca. Me fui acercando y resulto ser el palmero José Israel.
Me extrañó que fuera él (la verdad es que pensé que sería el chico de Huesca) y cuando llegué a su altura y le pregunté que tal iba, y me dijo que mal, me sorprendió menos cuando me contó que se había olvidado los bastones en el parador. Vaya, le dije. Que faena con p.
Compartimos lo que quedaba de pista, hasta que por fin giramos a la izquierda para descender por un barranco (el del infierno, para más señas) en la que por fin resultó ser la dichosa y ansiada bajada final. Al coger el sendero, apreté el paso y el bueno de José Israel se fué quedando rezagado, circunstancia que aproveché para poner toda la carne en el asador (en mi caso, las verduras) y le di una vuelta más de tuerca al ritmo que llevaba para distanciarme todo lo que pudiera, en busca de la meta.
La cercanía de esta última era cada vez más palpable, porque empezaban a verse viviendas y el núcleo urbano de la Orotava cada vez se presumía más cerca.
Los últimos Kms eran de asfalto con una pendiente de bajada considerable, salvo un repechito en una curva que a más de uno seguro que le gripó el motor. En mi caso, con la ansiedad porque no me alcanzará Israel, corría como un palestino en la intifada y ni me enteré de la curvita de marras.
Todo llega en la vida, y la entrada de uno mismo en el centro de la Villa de la Orotava no iba a ser una excepción. Pero no podíamos acabar yendo directos y derechos a meta, no!. Había que alargar un poco más la agonía y tocaba callejear un poco antes de enfilar la recta final. Unas calles para aquí, otras calles para allá, Buff! ¿Y ahora porque no bajábamos y nos íbamos a la derecha llaneando? me preguntaba, sin respuesta. Por momentos no entendía nada.
Bueno, en un momento dado si que parecía que volvíamos a bajar. Se acababa la calle, llena de gente aplaudiendo por cierto, y girábamos a la izquierda. Veía mucho público, pero seguía sin ver la meta. Al final de la recta, aparecieron unos escalones y por fin el arco de la bluetrail.
Antes de subir las escaleras el gran J. David Lutzardo me chocó la mano y luego de subir los escalones se acabó mi participación en esta maravillosa y dura Tenerife Bluetrail.
Madre mía, que sufrimiento. Pensé que no iba a llegar nunca.
Lo primero que vi nada más cruzar la meta fue a Miguel Heras y Pablo Criado sentados enfrente del arco de llegada. 1º y 3º respectivamente. Me acerque a saludarles y me entero de que el bueno de J. David Lutzardo había hecho 2º. Impresionante el documento, que diría aquel. Entonces, echando mis cuentas, el chico de Huesca hizo 4º y José Israel, que hacía su entrada en meta en aquel momento, el 6º.
En fin, que me he vuelto a alargar más de la cuenta y aún queda lo mejor del fin de semana por contar.
El ambientillo postcarrera, ducha, masaje, paella, pizzas, Madrid-Barça, …etc….y el super almuerzo del domingo que da título a esta entrada por capítulos, pero todo eso y más, será en el último (esta vez sí) episodio de esta aventurilla por Tenerife.
Muy buena cronica esto es como el señor de los anillos ya esta uno loco por que cuelgues la siguiente eres un crack
ResponderEliminarAlexisM, muchas gracias amigo.
ResponderEliminartienes mucho mérito y mucha paciencia por leer mis "escuetas" crónicas.
Un fuerte abrazo.